Hacía mucho tiempo que no veía a Hamilton perder los papeles de semejante manera. Quizás la última vez fue en 2007, ese año en el que debutaba con McLaren-Mercedes al lado de un bicampeón como Alonso y que terminó como el rosario de la aurora, con continuas declaraciones salidas de tono. En defensa del británico, tengo que decir que era un crío inmaduro al que el equipo trató como una estrella y le dio un poder desmedido. Por decirlo claramente, Ron Dennis creó un monstruo ese año.
Pero creo que aprendió de la experiencia de echarse a parte de la prensa internacional encima, especialmente la española. Y empezó una nueva táctica de comunicación mucho más inteligente, muy British, muy polite, muy políticamente correcta. Porque en los seis años que yo estuve danzando por el mundo micrófono en mano, dos años después de ese episodio, jamás escuché una salida de tono, una palabra malsonante, una bordería. Como mucho, monosílabos si tenía un mal día.
“A Lewis se le ha ido muchas veces la cabeza cuando se ha visto contra las cuerdas”
Por eso no entiendo muy bien lo que pasó este fin de semana para que Hamilton perdiera los papeles de semejante manera. Y no me refiero a no saber manejar la presión, porque es cierto que a Lewis se le ha ido muchas veces la cabeza cuando se ha visto contra las cuerdas. Porque “el peor enemigo de Hamilton es Hamilton”.
¿Se acuerdan de aquella vez que colgó en Internet su telemetría y la de su compañero Button para demostrar por qué su MP4-27 no había ido bien en clasificación? O sin ir más lejos, ¿su reacción tras el abandono del pasado GP de Malasia acusando a “alguien o algo” de no querer que ganara el campeonato (sabotaje vamos)?
“No entiendo esa reacción de niño pequeño, de ‘me enfado y no respiro'”
Reacciones desmedidas que ha tenido que rectificar casi sobre la marcha tras un tirón de orejas del equipo. De ésas hay muchas. Pero que yo recuerde y exceptuando ese 2007, su trato con la prensa siempre ha sido correctísimo. Parecía que era consciente de la importancia de tener a los medios de comunicación de su lado, del apoyo que podían brindarle en momentos complicados. Pero en este GP de Japón, el asunto se le ha ido de las manos y se los ha echado encima. A Hamilton no le gustó que algunos periodistas criticaran su falta de atención en la rueda de prensa de la FIA del jueves y su represalia fue darles plantón en el encuentro privado con la prensa escrita que Mercedes organiza en su hospitality el sábado y el domingo. A lo que se suma que propusiera que las preguntas las hicieran los fans en un futuro. Vamos, que la prensa que se gasta dinerales en viajar se quedara en su casa…
Lo siento, pero no lo entiendo. No entiendo esa reacción de niño pequeño, de “me enfado y no respiro”. Porque a pesar de que Hamilton es su peor enemigo en situaciones límites, admiraba su crecimiento personal, su madurez, su saber estar ante los medios.
Llega Austin, escenario de su último título mundial. Pero esta vez la situación es muy distinta. Ahora no depende de sí mismo para convertirse en tetracampeón. Ahora no cuenta con el apoyo de gran sector de la prensa. Ahora la primera curva del circuito de las Américas se le puede hacer muy empinada. Pero no hay que subestimarle. Seguro que encuentra la forma de volver a su mejor versión. Porque aunque él es su peor enemigo, el de Rosberg tiene el mismo nombre y apellidos: Lewis Hamilton
Vía MotorSport