En 68 ediciones del Campeonato del Mundo de F1, sólo dos mujeres tomaron la salida en un Gran Premio, la última vez en 1976. Pero si su presencia es cada vez mayor en los “paddocks”, ¿por qué no se traduce en más volantes en manos de mujeres?
Aunque las mujeres tienen en teoría el mismo derecho que los hombres a participar en todas las competiciones y categorías, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) sólo puede constatar la práctica ausencia de mujeres en las carreras.
“Existe un problema de falta de interés de las mujeres por el automovilismo”, apunta el presidente de la instancia, Jean Todt.
“Quizá tampoco se las ha animado desde fuera a meterse en la industria del monoplaza”, añade.
“También puede que haya un problema de constitución física. Hay dos segundos (en realidad 91 centésimas) entre el récord de los 100 metros hombres y mujeres. Si me preguntas si una mujer es capaz de hacer lo que hacen Hamilton, Vettel o Verstappen, no tengo respuesta a esa pregunta”, señala Todt.
Los que dudan de las condiciones de las mujeres para lograr el éxito en la Fórmula 1 plantean la misma cuestión: su masa muscular, generalmente inferior a la de los hombres, ¿les permitiría soportar las fuerzas que se producen en las frenadas?
Músculos
“De media nosotras tenemos un 30% menos de músculos, así que yo debo entrenar más duro físicamente, pero eso no quiere decir que yo no puedo ser tan competitiva como los chicos”, afirma la colombiana Tatiana Calderón, de 24 años, piloto de desarrollo para la escudería Sauber, que compite en GP3.
Calderón aspira a ser la próxima piloto mujer en la categoría reina, después de la británica Susie Wolff, que fue probadora de Williams en 2014 y 2015.
“Susie hizo todo para que su forma física no fuese un problema, para no dar la razón a los que defienden esa teoría. A veces lo hizo mejor que algunos hombres”, recuerda Claire Williams, directora de la escudería Williams.
Michele Mouton es otra excepción a la norma, con sus cuatro rallies ganados a nivel mundial a principios de los años 80. “Conducir siempre es parecido: no hay 36.000 formas de hacerlo, es lo mismo para un hombre y una mujer”.
“Por ello estoy absolutamente en contra de toda competición sólo para mujeres”, como proponen entre otros el expropietario de la F1 Bernie Ecclestone, añade la hoy presidenta de la comisión de mujeres para el automobilismo de la FIA, instaurada en 2009.
Apariencia física
Pero, ¿para cuándo una mujer en la salida de un Gran Premio? Las últimas fueron las italianas Maria Teresa de Filippis (tres GP en 1958) y Maria Grazia “Lella” Lombardi (12 GP entre 1974 y 1976).
Probablemente aún haya que esperar. Aunque el nuevo patrón de la F1, Chase Carey, considera que contar con una mujer piloto “es algo bueno”, ninguna mujer conduce al más alto nivel desde la suiza Simona de Silvestro, que vio frenada su etapa como probadora de Sauber en 2014 por falta de medios económicos.
Antes, la británica Divina Galica (1976 et 1978), la sudafricana Desiré Wilson (1980) o la italiana Giovanna Amati (1992) no destacaron. “Hay que reconocer que las mujeres nunca tuvieron la posibilidad de aspirar a los mejores equipos, con los mejores autos”, admite Todt.
La española María de Villota falleció en 2013 a causa de un accidente producido en los ensayos de la escudería Marussia un año antes.
Pero además de tener que demostrar su capacidad, las mujeres pilotos que han llegado a la F1 han tenido que escuchar comentarios sobre su físico. Es el caso de la española Carmen Jordá, piloto de desarrollo en Lotus (2015) y Renault (2016), cuyos detractores afirmaban que fue fichada por su belleza y no por sus cualidades al volante.
En un mundo en el que los ingenieros, mecánicos o directores de escudería se ven eclipsados por las azafatas del paddock, se antoja complicado que desaparezcan ese tipo de acusaciones.