Que Romain Grosjean haya salido sano y salvo, aunque con quemaduras leves en las manos, de su terrorífico accidente en la salida del Gran Premio de Baréin el domingo es una prueba del éxito de los esfuerzos dedicados a la seguridad en la Fórmula 1.
Para Lewis Hamilton las imágenes del monoplaza en llamas eran “de otro tiempo”. La bola de fuego que envolvió al auto accidentado del francés recordaban cuando los F1 se incendiaban habitualmente, como el de Niki Lauda en Nürburgring (Alemania) en 1976.
Es cierto que tampoco el fuego se ha convertido en un desconocido, como recordó el motor en llamas del auto de Sergio Pérez al final de la carrera, pero no amenazaba la vida de un piloto desde los años 90.
El accidente de Grosjean “fue el primero para nuestra generación”, señaló otro francés, Pierre Gasly.
Sin duda fue una muestra de los progresos realizados en materia de seguridad en el deporte del automóvil desde las muertes de Roland Ratzenberger y sobre todo Ayrton Senna en Imola (Italia), en 1994, que marcaron un antes y un después.
“Aquel fin de semana fue un catalizador de los cambios”, reconoció Max Mosley, entonces presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), que pone las reglas y es responsable de la seguridad en la F1.
Desde entonces los circuitos (reconocidos en cada carrera y validados cada tres años) han evaluado mucho, ampliando las zonas de salida y perfeccionando las barreras de seguridad.
En el accidente de Grosjean, “parece que todo jugó su papel”, señaló el domingo Michael Masi, director de carrera de la F1 y responsable de la seguridad de los grandes premios para la FIA.
La célula de supervivencia, habitáculo en titanio de los monoplazas, protegió las piernas y el torso del piloto de 34 años.
El sistema HANS, una armadura en kevlar (material ligero y excepcionamente resistente) que fija su casco, mantuvo la cabeza y el cuello.
El halo, arco de titanio que rodea el cockpit, preservó su cabeza cuando el auto se incrustó a 220 km/h contra una barrera de seguridad. Sin él, “podía haber quedado decapitado”, dijo Hamilton.
Obligatorio en la categoría desde 2003 y 2018 respectivamente, estos dos últimos dispositivos fueron en un primer momento criticados por los pilotos, antes de salvar vidas.
“Yo no era favorable hace algunos años, pero sin él no estaría aquí para hablarles”, reconoció Grosjean en un vídeo difundido el domingo desde su cama del hospital.
Intervención inmediata
Hamilton alabó también los nuevos trajes ignífugos introducidos este año. “No me apetecía mucho porque creía que los que teníamos estaban bien, estos son más grandes, más voluminosos y más pesados, hace mucho calor ya dentro del auto”, dijo el británico. “Hoy pienso que estuvo bien visto”, añadió sobre la novedad.
Desde 2019 los cascos han sido reforzados y los pilotos están equipados de guantes biométricos que envían datos vitales al coche médico, el primero que llega a los accidentes.
El domingo su piloto y el doctor intervinieron en nueve segundos, junto a los comisarios de pista encargados de la seguridad. Su actuación permitió a Grosjean salir del incendio en 28 segundos, antes de que su traje le dejara de proteger.
“Muestra la eficacia de las medidas de seguridad extensivas que hemos introducido y la rapidez de nuestros procesos de intervención”, añadió Masi.
Hamilton y Gasly, entre otros, felicitaron a la FIA y a la F1 pero pidieron que no se durmieran en los laureles.
Tras cada accidente se abre una investigación. “Llevará semanas o meses saber cómo podemos mejores y en qué, es un proceso que no para nunca”, dijo el director de carrera.
Por: AFP