Artículo publicado en la edición número 405 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.
Sin proponérselo, el costarricense Danilo Coto Cruz se ha convertido en uno de los fabricantes de cascos vintage más reconocidos del mundo.
Desde muy niño, la historia fascinó a este hombre de 52 años nacido en Cartago. Su padre, Javier, le contó que en 1948 fue firmado en su ciudad natal el Pacto de Ochomogo, que puso fin a la Guerra Civil nacional. Muy cerca de allí fue fundada en la década de 1960 la única fábrica de cascos que hasta la fecha ha existido en Centroamérica.
“Roberto Fusina era un italiano que tenía la licencia para hacer cascos de la marca italiana AGV”, dijo Coto, quien a su gusto por la historia sumó desde muy temprano el de las motocicletas clásicas. Devoraba cualquier revista o libro que tratara sobre la historia de las motos.
A los 19 años comenzó a restaurar motocicletas que utilizaba de transporte para ir al Tecnológico de Costa Rica, en donde estudió ingeniería agrícola. En sus viajes de ida y vuelta su cabeza se transportaba a las carreras de motos en la Isla de Man, en la Targa Florio o en los Grandes Premios de Alemania.
Unos años después se mudó a San José, en donde estudió ingeniería civil y se casó con su eterna novia y cómplice de aventuras en dos ruedas, Marianella Marín.
Rápidamente, Coto se juntó con los amantes de las motos de la capital del país y a comienzos de este siglo fue nombrado presidente del Club de Motos Antiguas de Costa Rica. Además, para ese entonces ya era propietario de una Zundapp KS601 Sport, una moto alemana muy especial de la que fueron fabricadas menos de 400 unidades.
“Se la compré en 1999 al escultor Carlos Zúñiga, su primer propietario, pero no me quiso vender el casco antiguo que colgaba en su cochera. Era el primer casco antiguo que veía en mi vida y quedé enamorado de inmediato. Es que un casco representa la adrenalina, el peligro, termina siendo una parte de tu cuerpo porque confías en él”.
En 2001 compró una Konsul 500 c.c. de NSU y al poco tiempo el Club de NSU Konsul lo invitó al Rally de Alemania, que pasaba por Neckarsulm. Allí quiso comprar un casco alemán, pero al ver la pasión en su voz y el brillo en sus ojos, el dueño del anticuario le regaló el casco. “Un Romer que se convirtió en un objeto de deseo para mí. Lo contemplaba y lo ponía junto a mí mientras leía el libro ‘The Motorcycle Helmet’, una obra de arte que cuenta toda la evolución de los cascos desde la década de 1930 hasta la de 1990”.
En su cabeza seguía soñando con un casco inglés, así que contactó a la persona que ha vendido más cascos en Europa en los últimos 30 años, Nigl Stark, pero no tenía el modelo con el que Coto se desvelaba.
Así que recurrió a la fábrica del italiano Fusina, pero en ese entonces se dedicaban solo a diseños de cascos estadounidenses. “No me quedó más remedio que fabricar mi propio casco”.
La cubierta rígida la hizo de fibra de vidrio y luego utilizó sus conocimientos en el manejo del PVC para remplazar el hule que recubría los bordes. “No fue una tarea fácil. Tardé tres años en todo el proceso y quedé tan feliz que le tomé una foto y la subí a mi cuenta de Facebook”, dijo.
Al poco tiempo recibió un mensaje desde Inglaterra en el que le encargaban cien cascos y le ofrecieron pagarle por ellos por adelantado. “Yo no sabía quien era el comprador y en lugar de aceptar de inmediato el encargo le dije a mi esposa que nos fuéramos a Londres a conocerlo”.
Al llegar a la cita descubrió que se trataba de Derek Harris, propietario de la empresa de accesorios de motos más antigua del mundo, Aviakit – Lewis Leathers, la misma en la que Steve McQueen compró toda su indumentaria para el International Six Days Trial de 1964, una competencia de motociclismo enduro disputada en el este de Alemania.
“Le conté a Harris que en realidad ese era el único casco que yo había hecho en mi vida y no sabía si podría hacer cien”, dijo Coto. El, que es un caballero con un enorme respeto por la tradición inglesa y por la producción artesanal en lugar de la masiva, me dijo que no tenía prisa, que se los mandara cuando pudiera”. Ese mismo día sellaron el pacto de colaboración.
Tan pronto regresó a Costa Rica comenzó a fabricar los cascos y las cajas en su casa, por las noches, tras llegar de la oficina. “Los cascos en diseño ‘Jet helmet’ de 1958, vendidos bajo el nombre de Aviakit se vendieron tan bien en Inglaterra y Japón, que luego me encargó otros cien”.
Poco a poco los coleccionistas empezaron a saber que Coto era el que fabricaba los cascos y comenzaron a hacerle encargos privados.
Dos años después recibió una carta de Bill Vero, el hijo del fundador de Everoak, la empresa que presentó el primer casco de Fórmula 1 en 1949. El señor, que ronda los 80 años, lo felicitó por el trabajo que estaba haciendo y lo invitó a almorzar a su casa, en Londres. Era la oportunidad de conocer a la persona más influyente del mundo en la fabricación de cascos para Fórmula 1.
En la mitad del almuerzo Vero le preguntó: ¿En qué piensas cuando haces un casco? Coto no dudó en su respuesta: “Pienso que estoy en 1950 y que soy un empleado de su empresa. Y que tengo que hacer un casco perfecto porque lo va a comprar una persona muy importante que lo va a usar para competir. Esto no es un casco de turismo”.
Con esa frase quedó sellado un nuevo pacto para proveer a Everoak de algunas piezas para sus cascos que ya no podían ser producidas en la fábrica por el fallecimiento de empleados mayores. “Un verdadero honor para mí”, dijo Coto. “Un sueño”.
La fama del artesano Coto siguió creciendo a tal punto que en 2016 recibió una llamada de James Mangold, el director Ford vs Ferrari, para que le hiciera algunos cascos, visores, zapatos, guantes e indumentaria para la película. Luego vinieron otros encargos de volumen de la empresa japonesa DBMS, propiedad de Kei Takeushi, el coleccionista de cascos británicos más grande del mundo. Y más adelante encargos especiales como una colaboración directa con Goodwood, en donde Coto tuvo la oportunidad de conocer al duque de Richmond, Lord March, el propietario de la hacienda en la que desde la década de 1990 se realizan el Festival de la Velocidad y el Revival.
Los encargos privados también lo han llevado a proveer cascos para clientes que corren con diferentes modelos Porsche clásicos en competencias tan tradicionales como las italianas Mille Miglia y Coppa Ugo Barone, la belga The Zoute Rally y la suiza Bernina Grand Turismo. En México ha estado presente en el Rally de Quail y el Rally Maya. Dereck Hill, el hijo del bicampeón mundial de Fórmula 1, también le encargó un casco para correr en Goodwood con el auto de su padre.
Los trabajos que más honran a Coto son los que realiza para Everoak, pues se trata de la compañía que desde hace 350 años ha hecho cascos para soldados ingleses, kepis para la realeza y cascos para autos y motos.
Y mientras la longeva Everoak comienza a tener ese brillo azuloso de las estrellas que se apagan, el taller artesanal de Coto resplandece con la intensidad naranja de las estrellas jóvenes. Pacto, fundada en 2012 no solo florece sino que hace honor a la historia y a ese lugar en donde José Figueres Ferrer, del Ejército de Liberación Nacional, y Manuel Mora, del Partido Comunista, firmaron el Pacto de Ochomogo, muy cerca de la fábrica de cascos del italiano Fusina.