Corrían los años 60 cuando los Beatles despuntaban tocando canciones que más tarde pasarían a la historia de la música. Al mismo tiempo, Ford se empeñaba en batir a Ferrari en Le Mans. Ante la negativa final de Enzo Ferrari para vender su escudería a Henry Ford II, este último se marcó como objetivo batir a los Ferrari en la pista -que habían ganado en Le Mans seis veces consecutivas desde 1960 hasta 1965-. De este deseo nació el Ford GT40, el auto que ganaría las 24 Horas de Le Mans cuatro veces consecutivas entre los años 1966 y 1969, consiguiendo incluso copar los tres peldaños del podio con un triplete en 1966.
El GT90 surgió para homenajear de alguna forma a aquel auto que arrasó en competición en la década de los sesenta; un concept que jamás pasó a producción pero que ha quedado en el recuerdo de mucha gente gracias a un diseño espectacular y unas características que lo pudieron convertir en el auto más avanzado de su tiempo.
Con un diseño inspirado en la aviación, concretamente en los aviones de combate caza-bombarderos, el GT90 estrenaba un nuevo lenguaje de diseño(denominado ‘New Edge’) que en los años posteriores se vería reflejado en los Ka, Cougar, Focus o Puma de producción y que se desarrollaría a lo largo de los 90 y la década del 2000. Las aristas y los ángulos afilados eran los protagonistas de sus líneas, de espectaculares proporciones, que se combinaban con una cúpula íntegramente de vidrio laminado que dotaba al GT90 de una visión perimétrica similar a la de un caza, además de aportar sensación de mayor amplitud desde el interior.
El desarrollo del auto costó 3 millones de dólares y llevó sólo seis meses, un corto espacio de tiempo posible gracias a que el GT90 tomaba algunas piezas del Jaguar XJ220 -recordemos que en aquellos días Jaguar pertenecía a Ford-. Del XJ220 se cogieron las suspensiones y la caja de cambios manual de 5 velocidades, probablemente la única característica del GT90 que hoy en día suene arcaica. Una anécdota curiosa es que la mula de pruebas del GT90 fue, según algunas fuentes, un Lincoln Town Car: el taxi neoyorquino por antonomasia.
El GT90 empleaba las tecnologías más avanzadas de su tiempo. Tenía un chasis monocasco fabricado en aluminio cuyos paneles circundantes estaban fabricados en aluminio con aleación de acero, para reforzar la rigidez torsional. Para la carrocería se empleó fibra de carbono, material con el que estaba fabricado también su alerón trasero activo: una singularidad que en la actualidad se equipa en muchos deportivos pero que en 1995 era una característica innovadora. Gracias a la aerodinámica activa el GT90 ganaba agarre y estabilidad en el paso por curva a gran velocidad.
Este motor V12 era la unión de dos bloques de seis cilindros que eran, a su vez, un tipo de engendro surgido a partir de unos bloques V8 de Lincoln. De estos motores Lincoln se cogieron los 3,5 primeros cilindros y los 2,5 últimos para, una vez soldados, formar un bloque de seis cilindros; la unión de dos de estos bloques acabó formando el V12 resultante. Los pistones y válvulas eran piezas de Ford, mientras que el cigüeñal y el árbol de levas los fabricó Roush Technologies, quien se encargaría también de ensamblar todo el motor.
El GT90 tenía todo: era potente, muy rápido, tenía un diseño rompedor en nada parecido a lo visto hasta entonces y que aún hoy resulta espectacular y, a pesar de ser un concept, era brillante dinámicamente. De haberse desarrollado como auto de producción, puliendo todos los detalles y mejorando el auto hasta el final, a buen seguro el GT90 hubiera cambiado la historia del automóvil tal y como la conocemos hoy.