Mi amigo Miguelona!

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Algunos amigos me pidieron que escribiera algo sobre nuestro amigo Miguel Alvarado y la verdad, eso permitió que se viniera una carga de buenos recuerdos que es difícil poder contenerse.

A Miguel lo conocí gracias a mi trabajo de periodista y él era uno de los entrevistados por obligación, ya que siempre su nombre estaba entre los mejores del rallismo
Hombre de pocas palabras, con el poco a poco comencé una relación de amistad y fue así como me di cuenta que las oraciones cortas que algunas veces le escuchaba, era por falta de confianza.

Recordarlo en los rallies, es recordar la era dorada, con los Nissan Sylvia luchando contra pick up y vehículos más potencia, pero ante todo era un espectáculo ver el auto blanco entrar de lado en todas las curvas, con un control del derrape exquisito.

Fue así como pase a ser Rengercillo, como siempre me llamó y que me permitió ganarme un espacio entre la selecta lista de sus amigos.

Estar en su taller previo a un rally y escucharle decir que estaba corto de presupuesto y que había que priorizar entre pagar algunas cuentas o comprar llantas o repuestos para el carro de carreras, lo retratan como lo que era, una persona competitiva al 100%.

Y es que Miguel hasta para tomarse un refresco era competitivo.

Cuando la era de los autos de rally de tracción sencilla quedó atrás y apareció el primer sedán de prestaciones ideales para correr apareció, supo que era momento de hacer el cambio y así pudimos ver en el país un Mitsubishi Evolution 5, recién salido de la fábrica y que se estrenaba en nuestras calles.

En solo una montada aprendió a manejar con la tracción integral y olvidarse que solo las llantas de atrás eran las que podían empujar el auto. Pronto Miguel y Sergio ya estaban luchando por la victoria y el título de ese año se fue por algo tan pequeño, que cabe en una caja de fusibles.

De las largas tertulias supe de las historias del automovilismo en La Guácima y el resto de pistas que lo vieron correr y sumar victorias en un Porsche al que todavía manejaba en sus sueños y relatos, al punto que por momentos se aceleraba tanto que parecía un boxter tocando la línea roja en el rango de giro.

Miguelona, como le decíamos los amigos y cercanos tenía su otra faceta, la de incondicional a los que estábamos cerca y sin importar la hora o el día, prestaba todo lo que tenía a la mano para solucionarnos las cosas. Cómo olvidar que en dos días me ayudó a reparar mi carro tras un accidente, y que eso significara que algún cliente tuviera que esperar un poco más. Claro, pagué por todo el servicio, para los mal pensados, jaja.

Por el conocí a su padre y la pasión por los autos antiguos y las colecciones de los modelos a escala y aprendí que lo que se hereda, no se hurta, y el gordillo venía con eso desde antes de nacer. Como no amar las carreras de autos si su padre fue el que lo impulsó a meterse en este mundo de gasolina, aceite y fibra de frenos.

Por las cosas de la vida, nos tocó ser compañeros de equipo en el Todo Terreno y ahí le conocí la otra faceta, la de partner y aún cuando eramos “rivales” en el recorrido, siempre conversábamos sobre como era la mejor forma de ir por la victoria y hacer el 1-2, sin importar cuál ganara.

Y es cuando reforcé mi idea que Miguel y Sergio son competitivos hasta para conversar, porque las veces que logré ganarle un rally en Todo Terreno, era imposible no verle una cara larga, aún cuando lo que estaba en juego era un certamen naciente en el país y no tenía tanta trayectoria a nivel nacional.

Miguel era el extracto de los pilotos de la vieja guardia. Fríos al volante, calculador antes de tomar la partida, corriendo todos los riesgos posibles, amante de la victoria, enemigo de ver el podio desde abajo, apasionado por los motores sin importar si se corría en pista, lastre o barro.

Los últimos años los aprovechó para usar toda su experiencia y fungir como comisario en los eventos, donde tenía el respeto de los pilotos y aficionados, que le reconocían su labor.

Gordillo, siempre fuiste un ganador, siempre luchaste por ser el primero y los obstáculos los tratabas de sortear de la mejor manera.

Como recordar una vez en Esparza, cuando en mitad de la etapa especial uno de los nabos delanteros se rompió y a la orilla de la calle llegué a entrevistarte.. Tratando de contener las lágrimas, me dijiste que parecía que era todo, que no había mucha opción para llegar hasta el reabastecimiento porque el auto así no podía rodar.  Pero que si se podía, lo ibas a intentar.

Unos minutos después llego Geovanny, uno de los escuderos del Sylvia y tras un trabajo titánico, se regresó a la competencia y al final del evento, la cosecha fue buena.. En la premiación, ahora si con lágrimas en los ojos confirmaste que mientras pudieran correr, vos y Sergio lo iban a intentar.

La historia recordará a Miguel Alvarado Fernández, Miguelona para los rallistas, como aquel piloto que daba espectáculo, que iba a fondo, que no tenía miedo al camino y que en cualquier momento, estaba listo para contar un chiste o dar una broma.

Los que compartimos tiempo con Miguel recordaremos las tertulias, las bromas y ante todo, los consejos, porque para eso era bueno el gordillo, para hablarnos de sus experiencias y darnos recomendaciones para el diario vivir.

Hoy Miguel te damos la despedida a un nuevo lugar, donde los problemas no existen y los autos corren a toda velocidad. Ahora estás más tranquilo, y los que quedamos aquí, nos dejas una larga lista de historias y curiosidades, que ocuparíamos muchas noches y tertulias para poder contarlas una a una.

Gordillo, me dejo conmigo las conversaciones, los chistes, las bromas, las lágrimas y las alegrías que compartimos. Gracias por oírme y gracias por la confianza cuando me contabas las cosas.

Los amigos que hemos derramado lágrimas en estos días, lo hacemos porque nos dejas un vacío grande. Un espacio que solo una persona importante logra ocupar en nuestras vidas, y que ahora tendremos que rellenar con tus recuerdos.

Descansa en Paz Miguel Alvarado Fernández, piloto, amigo, compañero, rival y confidente.

Tu amigo, Rengercillo..

Renger Infante Mena

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